Hoy me gustaría hablaros de una herramienta potente, nexo de unión con el alma, que además de aportarnos numerosos beneficios (demostrados) está al alcance de nuestra mano, de la mano de cualquiera: se trata de la meditación.
El origen de la meditación se encuentra, por lo que sabemos hoy, en la India. Al menos es allí donde están las primeras referencias escritas, que sitúan el origen histórico de la práctica meditativa hacia el año 1500 a.C. Estas fuentes aparecen dentro de la filosofía vedanta, importantísima corriente que posteriormente dará origen al hinduismo actual.
La cultura o filosofía vedanta sigue hoy día vigente, lo cual es alucinante por el tiempo transcurrido. La palabra Vedanta se compone de los términos veda (sabiduría), y anta (fin o conclusión). De este modo, se aprecia cómo esta filosofía nos presenta la meditación como herramienta para llegar al fin último de la vida, esto es: la meditación es el medio para llegar a la sabiduría, que es el fin último al que se debe aspirar.
Y conociendo los beneficios que la práctica de la meditación nos aporta, todo está curiosa y sorprendentemente bien claro... desde hace varios milenios, ya.

Aun recuerdo como si fuera ayer -un ayer un tanto desdibujado, aunque de colores bien vivos- el momento en que empecé a meditar. La verdad es que hasta hace muy poco no entendí el porqué. Tenía unos 15 años (¿o quizás eran 16?) y sin ninguna razón empecé a hacerlo, de un día para otro. Recuerdo la calma que me invadía en aquellos momentos de recogimiento... no sé ni cómo se me ocurrió, ¿quizás tras leer un libro? .. ¡el caso es que empecé! Recuerdo mi edad por la sorpresa que este hecho despertó en algunas personas que me rodeaban entonces, a las que yo admiraba. ¡Me resultaba fascinante que a ellos les fascinara mi ejercicio de meditación! Recuerdo claramente haber pensado: "esto que hago debe ser algo muy guay" jaja... bendita adolescencia.
Y así fue como empezó mi largo romance con la meditación. Recuerdo que (ejem... por causalidad?) a partir de aquel momento empezaron a llegar a mis manos libros muy interesantes, muchos sobre temas de mentalismo, poder mental, esoterismo, etc. que yo devoraba. Recuerdo también que fue en aquella época cuando empecé a deshacer nubes. Leí un libro que explicaba cómo llevar a cabo este ejercicio. Recuerdo que estaba en 2º de BUP, que íbamos a comer al río a mediodía, y que allí, después de comer, me echaba de espaldas en las grandes y limpias piedras que nos servían como mesa y sillas al borde del agua, a mirar el cielo y a deshacer nubes. Y funcionaba, ¡vaya que sí! .. comía con una amiga que a veces se reía de mi... yo estaba tan alucinada con lo que podía hacer que explicaba en detalle todo lo que sucedía, para sorpresa -y eventuales burlas sin importancia- de mi(s) acompañante(s). Y así fueron pasando los años...

Y seguí meditando. Lo hacía casi a diario. Desde entonces hasta ahora ha habido algún momento en el que he parado, debido a circunstancias de la vida, aunque ha sido y es una práctica que siempre me acompaña. Pues... hace 28 o 29 años (¡!) que empecé a meditar. Me parece increíble el paso del tiempo.
Gracias a esta experiencia de meditación tan prolongada, ahora sé y siento que hubo cambios en mí que llegaron (y llegan) gracias a la práctica meditativa. Por otra parte, puedo también afirmar que considero esta práctica una herramienta estupenda y muy eficaz de crecimiento personal.
Y ahora invito a la ciencia a entrar en escena. Aportando su visión analítica e imparcial, esta nos muestra que la meditación nos da beneficios contrastados, estudiados: reduce el stress, posee efectos positivos sobre el sistema inmunológico, mejora la atención, mejora la memoria y otras funciones cognitivas... aquí y aquí más info al respecto (en el segundo enlace, bajar la página hasta llegar al apartado "meditación y mindfulness").

Por toda esta evidencia científica, por todos los beneficios no comprobados (¡que los hay!), por mi propia experiencia, por el bienestar que aporta, porque nos conecta con nuestro Yo interno y eso se traduce en crecimiento personal, en una mayor comprensión del mundo, mayor tolerancia, asertividad y empatía, mayor conocimiento de sí... por estas y otras muchas razones trabajo con la meditación, practicando sus modalidades en meditación dinámica o en movimiento y meditación guiada, siempre en grupos reducidos.
En este momento tengo el placer de guiar un grupo en Premià de Mar (Barcelona) y dos más en proceso de formación: uno en el Maresme y otro en el Vallès. Si estás cerca y te interesa, escríbeme, es una experiencia diferente que aporta una gran seguridad en una misma a medio plazo y mucha calma mental e interna de manera inmediata.
La meditación es además la puerta de entrada a todo proceso de sanación o conocimiento interior, una práctica importante que nos permite experimentar estados de consciencia alterada en los que podemos lograr una comprensión más profunda de nuestra naturaleza divina. Esto nos permite ganar paz, además del contacto directo con nosotras mismas, con nuestra esencia, que es algo muy importante que creo sinceramente debemos cultivar más.

La meditación es el paso previo al desarrollo de la intuición, al autoconocimiento, el paso previo a la calma mental necesaria para acceder a los Registros Akáshicos, al contacto con lo Uno, que es en definitiva nuestro Yo interior, nuestra esencia, como bien (y muy curiosamente para mi) propugna la filosofía vedanta.
Y es que, volvamos al principio: el Vedanta posee 3 ejes: 1) la unidad de la existencia, 2) la divinidad del alma y 3) la armonía de todas las religiones. El Vedanta busca el autoconocimiento de la persona, de la misma manera que el conocimiento de Dios. ¿Y a qué se refiere con esta palabra, "Dios"?
Según el Vedanta, Dios es la existencia infinita, la consciencia infinita y la bendición infinita.
El término que ellos usan para definir esta realidad amorosa e impersonal es Brahma, el divino ser terrenal. El Vedanta sostiene que Dios también puede tener cuerpo humano (la cultura hindú ha asumido la imagen como medio de representación a lo largo de toda su historia). Lo más importante aquí es que consideran que Dios reside en nuestros corazones, en nuestro interior, como Ser Divino o Atman. Atman no nace ni muere, no es afectado por las fluctuaciones del cuerpo o la mente, no está sujeto a nuestras reacciones por dolor interno, desesperanza, ignorancia... es puro, perfecto, sin limitaciones. Atman es uno con Brahma. De modo que el mayor templo de Dios reside en nuestros corazones y somos nosotr@s mism@s, tenemos a Dios dentro... ¿nos suena de algo?

Sea como fuere, esta cultura que nos presenta al inicio de los tiempos (escritos) esta maravillosa práctica que es la meditación, da una interpretación que no difiere en nada de lo que yo siento / aprendo / percibo al meditar a día de hoy, aparte de muchas otras cosas...
Y seguramente esto se deba a nuestra naturaleza divina. El Vedanta afirma que la finalidad de la vida es materializar y manifestar nuestra propia divinidad. La divinidad es nuestra naturaleza verdadera (¡tal y como vemos en los Registros Akáshicos!), y la realización de nuestra divinidad en la Tierra es nuestro derecho de nacimiento.
Nos movemos hacia este objetivo, a medida que crecemos, gracias al conocimiento que vamos adquiriendo, así como a las experiencias de nuestra vida...
De este modo, es inevitable para nosotros descubrir que, sea en esta u otras vidas, la mayor verdad de nuestra existencia es conocer y desarrollar nuestra verdadera naturaleza: o sea, hacer lo que sentimos dentro, hacer lo que vinimos a hacer, hacer lo que mejor se nos da en nuestras vidas, que es también lo que mejor nos hace sentirnos.... y si quieres empezar a descubrir tu camino, la meditación es la primera parada :)
¿Te acompaño?
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